sábado, 14 de mayo de 2016

Situación de la mujer en el período de entreguerras

Durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres habían ocupado en las fábricas el puesto de los hombres. Después de la guerra, los movimientos sufragistas reclamarían con más fuerza e insistencia los mismos derechos políticos que ya tenían los hombres y, así, algunos países industrializados reconocen el sufragio universal masculino y femenino. En el Reino Unido serán Emmeline Pankhurst, fundadora de la Unión Social y Política de Mujeres, y sus hijas, las más tenaces defensoras del derecho al voto femenino. Los más tempranos logros en este sentido se obtuvieron en la URSS (1917), en los países nórdicos y en los países anglosajones.

Después de la Primera Guerra Mundial, la incorporación de la mujer al mundo laboral fue creciendo en las democracias occidentales y le dio la necesaria independencia económica que le permitiría librarse de una tutela paterna o matrimonial no deseada.

En el Reino Unido la mayoría de estas mujeres trabajadoras tenían también una familia a su cargo. En 1918 Nancy Astor fue la primera mujer elegida como miembro del Parlamento británico y en 1929 la diputada laborista, Margaret Bondfield, fue la primera mujer que accedió a un ministerio, como Ministra de Trabajo. Algunas mujeres llegaron a tener un papel muy importante en las huelgas y manifestaciones que se realizaron durante la Gran Depresión. Destaca la diputada laborista Ellen Wilkinson, que capitaneó en 1936 la famosa marcha contra el hambre (Jarrow Crusade).

En los Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial la población femenina trabajadora se duplicó. En los años veinte acceden las primeras mujeres a altos cargos. Durante los mandatos de Franklin Delano Roosevelt (1932-1945) la mujer adquirió grados de libertad inimaginables en la
época, y se convirtió en el modelo a imitar por las mujeres de otros continentes.

La recién nacida Unión Soviética en 1917 concedió a las mujeres los mismos derechos y libertades que a los hombres. Sin embargo el empobrecimiento general desde 1914 les ofreció pocas oportunidades de mejora social y se vieron a lamentables situaciones de penuria.

En la Italia fascista el antifeminismo era una parte esencial de la doctrina fascista de Benito Mussolini, que trataba de relegar a la mujer al cuidado del hogar y la familia. Pese a esto, el censo de 1936 nos muestra que el 27 % de la población activa italiana era femenina.

En Alemania durante la frágil República de Weimar destaca la labor que desde la izquierda realiza Rosa Luxemburg en favor del proletariado en general y de los derechos políticos y laborales de la mujer. Su voz será acallada cuando fue asesinada en 1919 tras la Revolución Espartaquista. En la Alemania Nazi la propaganda oficial hablaba de la necesidad perentoria de aumentar la tasa de natalidad. Se promovieron leyes para favorecer la política matrimonial y pronatalista. Había, además, subsidios especiales a partir del tercer hijo. Para la perfecta mujer nazi, Alemania era su verdadero hogar y su trabajo debía aplicarse donde el Estado más la necesitara. La fórmula de las tres "K" (Kinder, Kuche,Kirche o niños, cocina e iglesia) definía la función primordial de la mujer.

En España la situación de la mujer a principios del siglo XX seguía siendo de total marginación política y cultural: el 60 % de las mujeres eran analfabetas en 1900. En 1932 durante la Segunda República española se concedió a la mujer el sufragio donde destaca la figura de Clara Campoamor y otras mejoras que le afectaban, como el matrimonio civil o el divorcio, esto sería como un eclipse.

Pese a lo expuesto, en el periodo de entreguerras no hay un avance significativo en la lucha de la mujer por superar su rol como "segundo sexo". Habrá que esperar a la década de los años 60 para que el movimiento de feminista oriente decisivamente su lucha por la completa liberación de la mujer.


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