Durante la época de la Revolución Francesa y del Imperio napoleónico (1789-1815) había permanecido en el exilio, desde donde intrigó continuamente en busca de apoyos para la causa monárquica.
Con la restauración de la monarquía borbónica, regresó a Francia, manteniéndose apartado de la política bajo el reinado de Luis XVIII (1814-1824). No obstante, a su alrededor se agruparon los ultramonárquicos, partidarios de restablecer el absolutismo del Antiguo Régimen al igual que en el Congreso de Viena de 1815 como si la Revolución no hubiera existido. Luego, su reinado (1824-1830) estuvo marcado por esa tendencia reaccionaria, ejecutada por sus ministros Villèle y Polignac.
La impopularidad que alcanzó tal política inmovilista y atávica provocó una nueva revolución de carácter liberal en julio de 1830, que le arrebató el trono en favor de Felipe de Orléans e instauró una monarquía constitucional. De nada sirvió un último intento de Carlos X de salvar a la dinastía abdicando en su nieto, el futuro conde de Chambord; hubo de partir al exilio, de donde nunca regresaría.
Carlos X de Francia murío en Gorizia (Italia) el 6 de noviembre de 1836.
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