La rápida difusión de la Reforma protestante por Europa convenció a las autoridades religiosas de la necesidad de frenar su expansión. Para ello se siguió un doble camino: la persecución de los protestantes y la reforma de la propia Iglesia.
LA LUCHA CONTRA LOS PROTESTANTES
Para perseguir a quienes se desviaban de los dogmas de la Iglesia, en 1542, el Papa restableció la Inquisición, sobre todo en Italia y España (establecida por primera vez en 1478 con el reinado de los Reyes Católicos). La Inquisición era un tribunal eclesiástico encargado de perseguir y castigar a los herejes.
También se creó la Congregación del Índice, que se encargaba de publicar la lista de libros contrarios a la doctrina católica y cuya lectura estaba prohibida a los creyentes.
Los sospechosos de herejía eran sometidos a un juicio, llamado auto de fe. En esta ceremonia los condenados debían abjurar públicamente de sus creencias y entonces podían retornar al seno de la Iglesia. Los que no lo hacían eran condenados, en algunos casos, a la hoguera.
EL CONCILIO DE TRENTO
La jerarquía eclesiástica impulsó en el interior de la Iglesia un movimiento de renovación conocido con el nombre de Contrarreforma. Su objetivo era la corrección de los propios errores y, sobre todo, la defensa de los dogmas de la fe católica.
La Contrarreforma se llevó a cabo en el Concilio de Trento, cuyas sesiones se desarrollaron entre 1545 y 1563. Asistieron las más altas jerarquías eclesiásticas, y también algunos monarcas, como el emperador Carlos I de España y V de Alemania.
El Concilio reafirmó los principales dogmas de la doctrina católica. Proclamó que la fe era importante, pero que la salvación debía conseguirse también mediante las buenas obras. Reafirmó los siete sacramentos, el carácter sagrado de la misa y el culto a la Virgen y a los santos. También declaró como única interpretación válida de la Biblia, la Vulgata, traducción de la Biblia hebrea y griega al latín.
Mostró además una clara voluntad de reformar la administración y la disciplina eclesiásticas. En esta dirección se adoptaron una serie de medidas: se prohibió la venta de indulgencias; se crearon seminarios para garantizar la correcta formación del clero; se obligó a los obispos a residir en su diócesis y a los sacerdotes en sus parroquias; y, por último, se instó al clero a llevar una vida ejemplar y a guardar el celibato.
La necesidad de instruir a la infancia en la correcta doctrina comportó la publicación del catecismo que recopila las creencias fundamentales de la Iglesia.
-LA DIFUSIÓN DE LA CONTRARREFORMA
Para difundir el nuevo espíritu religioso, a mediados del siglo XVI se inició la reforma de muchas órdenes religiosas, en las cuales la disciplina se había relajado, como la que llevó a cabo Santa Teresa de Jesús en la Orden del Carmelo.
También se crearon nuevas órdenes como la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola en el año 1537.
Esta orden religiosa tenía una rígida disciplina y dependía directamente del Papa. Se convirtió en el mayor instrumento de expansión del espíritu de la Contrarreforma gracias a una importante tarea educativa en colegios y misiones a otros países.
No hay comentarios:
Publicar un comentario